Luis nos dijo adiós ese mismo domingo. Quedando Matahambre tras su marcha cada vez más triste, vacío y frío. Ya en el coche, mientras nos dirigíamos hacia la casa de mi padre, pues esa noche teníamos cena familiar, Libertad irrumpió a llorar desconsoladamente. El olor de las migas llegaba hasta la puerta. Durante gran parte de la velada nos limitamos a contemplarlas cabizbajos, atados con los lazos de nuestros profundos pensamientos a las sillas. Y fue mi tío Juan, quien se aventuró a romper el hielo. Conversando al respecto de la situación de la economía nacional. (Leer más)
Capítulo V: Una economía con pies de barro
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