Libertad estaba allí sentada. Era imposible no mirarla, estaba tan hermosa esa mañana. Al verme agitó levemente su mano derecha, en pro de que me percatase de su presencia. Y cuando me acerqué junto a ella con su dulce voz comenzó a decirme:"Sabes Pedrín, lo he estado meditando mucho, durante este tiempo he llegado hasta pensar que quizás lo mejor sería renunciar a mi acta de concejal. No obstante, una retirada significaría que mi madre se equivocaba, y que los valores que me transmitió no sirven de nada. Que lo que le hizo D. Oprobio a nuestra abuela, ya ha quedado olvidado. Es por eso que te pido tu ayuda, pues no sé a quién recurrir, ni por dónde empezar para terminar con todo esto y lograr ese cambio tan ansiado. Me siento como perdida, y por más que busco no vislumbro la salida." (Leer más)
Capítulo XVIII: Era obvio que Libertad necesitaba ayuda
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