Hay veces que no doy crédito a lo escuchado, cuando más y más regulación reclama el ciudadano. Luego de haberse exitosamente inoculado el mensaje, por los estamentos siempre privilegiados, de que la raíz de nuestros males radica en el exceso de libertad. En tanto en cuanto ese nimio anhelo para nada plenamente alcanzado, mas en manifiesto retroceso, es una conquista relativamente reciente y demasiado frágil en Occidente. Espíritu que irrumpe en Oriente en el 2010 con las primaveras árabes.
Las revoluciones del s. XVIII trajeron aires renovados al mundo occidental, pero los que durante infinidad de siglos habían acumulado reiteradas prerrogativas les resultaba difícil de ellas desprenderse.
Y es que si rememoramos nuestra historia primeramente hubo una pincelada de participación política, nacida con la polis griega, donde el "maistas", similar a lo que muchos siglos después se denominaría soberanía pertenecía al pueblo. Más tarde con el Principado se entregaba por delegación al Príncipe. Quien acapara progresivamente ingentes cantidades de poder. Pero esta legitimación hacía aguas, ante un pueblo cada vez más desorientado por tanto privilegiado, y será en el 313 mediante el edicto de tolerancia religiosa, promulgado por Constantino y Licinio, cuando se cristianice el imperio. Convirtiéndose el emperador por gracia divina en el representante de Dios en la Tierra. Conllevando su reconocimiento la fidelidad de este amplio sector de la sociedad a la casta gobernante. Potenciando el Emperador la aristocratización de la Iglesia. Pasando a ostentar el Papa el poder espiritual y el Emperador el temporal. Dando paso a las herejías, es decir, a la eliminación de todo pensamiento discrepante.
Mas los distintos reinos se empiezan a cansar del subyugamiento al Emperador y al Papa, por lo que apoyan a otras corrientes religiosas en pro de lograr mayores cotas de poder. Siendo la Paz de Westfalia (1648) la que marque un antes y un después. Tratados que pusieron punto y final a la denominada Guerra de los Treinta Años. Disputas entre católicos y protestantes, que afloran con la irrupción de los movimientos de reforma de Lutero (1517), Zwinglio (1522) y Calvino (1541).
Lo que demuestra que pocos años de efímera libertad hemos disfrutado. Ya que no hay que omitir los intentos de involución del siglo XX, los cuales nos dejaron una masacre sin parangón a causa de dos grandes Guerras Mundiales. Solicitando algunos ahora en el siglo XXI que volvamos a dar un paso atrás, aprovechándose de los miedos del ser humano y de su ansia de seguridad para sustraernos poco a poco nuestras libertadas. (Leer más)
Las revoluciones del s. XVIII trajeron aires renovados al mundo occidental, pero los que durante infinidad de siglos habían acumulado reiteradas prerrogativas les resultaba difícil de ellas desprenderse.
Y es que si rememoramos nuestra historia primeramente hubo una pincelada de participación política, nacida con la polis griega, donde el "maistas", similar a lo que muchos siglos después se denominaría soberanía pertenecía al pueblo. Más tarde con el Principado se entregaba por delegación al Príncipe. Quien acapara progresivamente ingentes cantidades de poder. Pero esta legitimación hacía aguas, ante un pueblo cada vez más desorientado por tanto privilegiado, y será en el 313 mediante el edicto de tolerancia religiosa, promulgado por Constantino y Licinio, cuando se cristianice el imperio. Convirtiéndose el emperador por gracia divina en el representante de Dios en la Tierra. Conllevando su reconocimiento la fidelidad de este amplio sector de la sociedad a la casta gobernante. Potenciando el Emperador la aristocratización de la Iglesia. Pasando a ostentar el Papa el poder espiritual y el Emperador el temporal. Dando paso a las herejías, es decir, a la eliminación de todo pensamiento discrepante.
Mas los distintos reinos se empiezan a cansar del subyugamiento al Emperador y al Papa, por lo que apoyan a otras corrientes religiosas en pro de lograr mayores cotas de poder. Siendo la Paz de Westfalia (1648) la que marque un antes y un después. Tratados que pusieron punto y final a la denominada Guerra de los Treinta Años. Disputas entre católicos y protestantes, que afloran con la irrupción de los movimientos de reforma de Lutero (1517), Zwinglio (1522) y Calvino (1541).
Lo que demuestra que pocos años de efímera libertad hemos disfrutado. Ya que no hay que omitir los intentos de involución del siglo XX, los cuales nos dejaron una masacre sin parangón a causa de dos grandes Guerras Mundiales. Solicitando algunos ahora en el siglo XXI que volvamos a dar un paso atrás, aprovechándose de los miedos del ser humano y de su ansia de seguridad para sustraernos poco a poco nuestras libertadas. (Leer más)