Rodrigo continuó con su tan interesante disertación. Pero esta vez centró su relato en el territorio español, donde también algunos quieren responsabilizar al libre mercado de los desaguisados producidos presuntamente por el Estado. Todos tenemos en mente las mal llamadas participaciones preferentes. Un término definido por los legisladores y un tanto contradictorio. Tras el colapso financiero norteamericano de finales del 2008, las entidades de crédito a nivel mundial se derrumban, un considerable número son nacionalizadas en Europa. El G-20 insta a los Estados a que presionen a sus bancos para que aumenten sus niveles de capital. Pues bien, antes de tocar en la puerta de Europa para que nos dejara dinero, había que buscar una hipotética fórmula que reflotara las maltrechas entrañas de esas cajas. Estas, al no ser sociedades anónimas, no podían emitir acciones. El Estado no disponía de medios. Entonces a alguien debió ocurrírsele la idea de potenciar las participaciones preferentes.
Este producto es considerado de los complejos, por lo que su venta únicamente es apta para clientes con conocimientos financieros, o sea, para los denominados profesionales. Incomprensiblemente el Banco de España no se percató en un principio de esta práctica. Pero más raro fue que modificara la ley, reservándose el derecho de suspender el cobro de la rentabilidad fijada en las participaciones preferentes si las entidades financieras no estaban lo suficientemente capitalizadas. Instituciones que recibían con este producto un dinero que pasaba a formar parte de sus recursos propios, saneando por consiguiente sus balances. (Leer más)
Este producto es considerado de los complejos, por lo que su venta únicamente es apta para clientes con conocimientos financieros, o sea, para los denominados profesionales. Incomprensiblemente el Banco de España no se percató en un principio de esta práctica. Pero más raro fue que modificara la ley, reservándose el derecho de suspender el cobro de la rentabilidad fijada en las participaciones preferentes si las entidades financieras no estaban lo suficientemente capitalizadas. Instituciones que recibían con este producto un dinero que pasaba a formar parte de sus recursos propios, saneando por consiguiente sus balances. (Leer más)
Leave a comment